28 de abril de 2010

Cosas que mi ojo no vio‏

“Cosas que ojo no vio” son las que ha preparado Dios para un futuro y cosas que nuestros ojos no han visto son las que Dios ha preparado también para estos días. Estoy maravillado por lo que sucedió esta mañana.

Hace semanas, algunos jóvenes vimos la necesidad que hay en la calle y la cantidad de ropa inútil que acumulamos en nuestras casas, de esta manera decidimos hacer una recogida de prendas para repartirlas desde nuestro local el sábado 10 de abril. Una acción que jamás habíamos hecho pero que en ningún caso llevamos a cabo únicamente por una motivación social sino buscando un claro despertar espiritual en todos nosotros. Nuestro deseo es que la iglesia salga de sus cuatro paredes y se enfrente a situaciones que escapan a su control para que de esta manera muchas de las oraciones vuelvan a surgir de una necesidad y dependencia auténticas en Dios.

Cuando llegó el día indicado, personas de la calle de diferente procedencia se acercaron a nuestro local para recibir aquello que se les daba de gracia junto con un café y pastas. Algunos se quedaron y otros tomaron de los nuevos testamentos y evangelios para leer.

Hoy por la mañana, como de costumbre algunos hemos abierto la persiana otra vez para hacer lo mismo de cada sábado: interceder, desayunar y exponer la palabra de Dios a personas que quieran escucharla.

En la hora de la oración, cuando aún estábamos dos personas solamente, cuatro individuos se acercaron al lugar preguntando si aún se repartía ropa. Les respondimos que no, porque lo íbamos a hacer sólo una vez al mes, pero añadimos que si querían podían pasar y desayunar con nosotros. Accedieron agradecidos.

Mientras preparábamos el desayuno uno me dijo: “esto que hacéis está muy bien y lo de repartir ropa también, pero nos gustaría que nos dierais además palabra de Dios”. Al oír esto casi se me cae el café.
Seguidamente nos sentamos. Mi compañero tuvo que marchar y yo dije pera mis adentros: “Señor, ayúdame”. Allí estaba, tomando mi café acompañado de cuatro desconocidos que no se conformaban con cruasanes. Pero el Señor se hizo con la reunión y me guió en toda palabra para explicarles lo necesario acerca del evangelio.
Vi como se maravillaban y mientras tanto yo me gozaba también adorando a Dios para mis adentros. Pero la cosa no terminó aquí.

Después de unos tres cuartos de hora conversando acerca de Dios y de Jesucristo e indagando en las Escrituras, veo que alguien se acerca a la puerta del local ¡Un grupo de africanos! Los recibí y preguntaron también por ropa ¡bendito problema!
Les dije lo mismo que a los demás: “Hoy no puedo ofreceros ropa, pero si queréis podéis entrar para desayunar con nosotros”. También les comenté que leíamos la Biblia, aunque por lo bajini por si a caso…

Tuvimos que cambiarnos de lugar porque no cabíamos todos en esa mesa y nos pusimos en otras dos. De repente fui a buscar el desayuno para trasladarlo de un lugar a otro cuando la mujer que estaba allí me dijo: “espera, ya lo hago yo, tú ves para allá y habla”. Obedecí a sus palabras agradecido por su ofrecimiento.

Me senté y por el momento cerré la Biblia para no parecer que quería captarlos ya con un sermón. Para romper el hielo comencé a preguntarles por el fútbol y cuáles eran sus equipos preferidos. Después de unos minutos debatiendo sobre cómo iba la Liga y la Champions uno de los africanos, que con dificultad hablaba español, comenzó a intentar decirme algo. Automáticamente le pedí a uno de sus amigos que me tradujera sus palabras y lo hizo: “dice que no tenemos mucho tiempo y que de fútbol siempre podemos hablar en la calle. Quiere que nos hables de Dios”.

En ese momento ya no sabía si arrodillarme encima de la mesa o directamente ponerme a saltar. Finalmente opté por algo moderado y bendije a Dios de forma silenciosa mientras volvía a buscar Juan 3:16 para comenzar a exponer el evangelio de nuevo. Al terminar, todos salieron gozosos y agradecidos por todo lo que recibieron y yo también con ellos al ver que, efectivamente, cosas que nuestros ojos no vieron son las que ha preparado Dios también en este tiempo para aquellos que le aman.


Dani Pujol

1 comentario:

Patricia Fiorella dijo...

Quiero agradecer a Daniel Pujol mi colega y hermano en Cristo quien hace una obra tremenda con el ministerio de jóvenes allá en España, por compartirme estas vivencias tan reales del poder de Dios y que hoy quize también compartirla con ustedes