La elocuencia en el uso de las palabras alude al que sostiene la pluma. Y aquél que escribe se ve honrado por el encaje adecuado de su léxico, pero no siempre se verá honrado por el contenido de su mensaje.
Anteriormente escribí algunos artículos que pretendían ser de aliento y ánimo para todos aquellos que han depositado su confianza en Aquél que no vieron. Contaba diferentes experiencias personales vividas tanto en la Universidad como en el trabajo en las que pude hablar a otros de mi fe en Jesucristo y sus consecuencias en mi vida. Pero hoy desearía compartir con la misma autenticidad, y aclarando confusiones sobre falsos mitos de valentía, una sencilla experiencia de cobardía.
Este mediodía me encontraba con algunos compañeros de clase en el aula esperando a que llegara el profesor. Estábamos hablando de forma distendida sobre los trabajos que debíamos (y debemos aún) entregar en unas semanas cuando una compañera me dijo: “Me gusta la pegatina que llevas”. Yo me quedé extrañado mirándome el jersey y respondí: “¿Qué pegatina?”; y ella señaló a mi carpeta.
Ya no recordaba que algunos evangélicos tenemos la tradicional costumbre de confirmar nuestro testimonio de forma simbólica con un adhesivo del típico pez (IXOYE) y, por lo visto, más allá de nuestro capó. ¡Y allí estaba, pegadito a mi carpeta! Con lo fácil que me resulta ignorarlo a mí y lo difícil que es para él pasar desapercibido. Sin quererlo ni beberlo me vi en la mirada de seis ojos que esperaban una respuesta convincente a su inquietante curiosidad sobre el dibujito que habían descubierto en mi carpeta. Aunque traté de estirar al máximo los dos segundos que me concedió su silencio no encontré respuesta y, finalmente, opté por un: “Aaah…”.
La ambigüedad de mi respuesta y lo vergonzoso de aquellos perennes segundos acabaron por motivar la ignorancia de mi compañera que declaró con entusiasmo: “¡Yo soy piscis!”. A lo que respondí: “Pues yo, libra”. Yo no sabía si realmente ellos podrían entender lo que significaba ese signo (el pez) pero no quise arriesgarme, y encima me volví uno de ellos siguiendo las absurdas “costumbres de este mundo”. Ella no tuvo temor al rechazo cuando dijo que era ´piscis´ ¿Por qué tuve que tenerlo yo en decir ´soy de Cristo´? ¿Qué tendrá que ver ´ser libra´ con ´ser libre´?
Ahora me avergüenzo por haber respondido con la misma ignorancia que mostró mi compañera en su astrológica aportación. Me arrepiento de ello. ¡Y mi pez jamás será el de piscis! Como decía al principio, en otras ocasiones he podido compartir actos y experiencias de valentía pero hoy, no quiero dejar de ser valiente para confesaros mi cobardía. Ésta también es la historia de un pez, un símbolo que ponemos fácilmente en nuestro coche, carpeta y otros lugares, siempre con el propósito de dar testimonio pero que, sin saberlo, a veces se acaba transformando en un sello de advertencia hacia nosotros mismos y nuestra conducta en la vida cotidiana.
“Porque el que se avergüence de mí y de mis palabras, de éste se avergonzará el Hijo del Hombre cuando venga en su gloria…” (Lucas 9:26)
Daniel Pujol es periodista y responsable en varios ministerios juveniles en Barcelona
3 comentarios:
Hola, paso a saludarte y desarte una fliz navidad! JESUS NACIO POR AMOR
Hola Pat gracias por tus saludos, recibe tmb un fuerte abrazo
Te felicito por ser valiente y reconocer tu falta de valor... A veces aprendemos de nuestros errores y estoy seguro que no te volverá a pasar... adelante... Dios te guarde.
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