Tenía solo seis meses de nacida cuando el carro que nos llevaría a Chachapoyas se quedo varado en el famoso cuello las fuertes lluvias de la zona hicieron que la carretera se derrumbe, evento que tuvo a mis padres tres días varados con una pequeña de año y medio y yo de solo seis meses, sin pañales y leche, imagino que el hambre me habrìa arrancado ya más de un llanto, mientras mis padres con maletas y todo caminaban entre el barro un camión apareció por aquella derrumbada carretera y un hombre fuerte y mayor con canas, gritaba a grandes voces el señor José Ventura, la señora Jesús Urquía.
Aquel hombre era nada más y nada menos que mi querido papá Epi, aquel hombre, cuya historia vendría a conocer más en este último viaje a Chachapoyas, ya decía yo, porque tengo tanto arraigo a esta tierra, porque amo tanto ese lugar y es que sin duda esta gran herencía vendría a dejarmela don Epifanio Urquía Ventura, aquel hombre del que hasta hora sólo sabía que me daría dos jalones de orejas si no estudiaba mis tareas de matemáticas en tercer grado de primaria, de aquel que fue muy exigente con sus pupilos hasta corretearlos con palo en mano.
Hombre duro, fuerte que hasta a veces inspiraba miedo y respeto, pero hombre que por dentro tendría un corazón tan noble que dejaría huella en cada pueblo aledaño de Chachapoyas, hombre que se capacitaba constantemente y que se desvivía por enseñar y a cada uno de sus alumnos de cada pueblito y ayudar a esas familias y hasta de su natal Olto. Pueblo que no ha pasado por alto el servicio de este siervo de Dios que entrego su vida ya en su vejez pero que sin duda fue el más ferviente instrumento en manos de Dios y pude ser testigo de eso.
Hombre duro, fuerte que hasta a veces inspiraba miedo y respeto, pero hombre que por dentro tendría un corazón tan noble que dejaría huella en cada pueblo aledaño de Chachapoyas, hombre que se capacitaba constantemente y que se desvivía por enseñar y a cada uno de sus alumnos de cada pueblito y ayudar a esas familias y hasta de su natal Olto. Pueblo que no ha pasado por alto el servicio de este siervo de Dios que entrego su vida ya en su vejez pero que sin duda fue el más ferviente instrumento en manos de Dios y pude ser testigo de eso.
Hoy en Olto la única institución educativa lleva el nombre de mi gran papá Epi, don Epi que se nos fue ya hace unos años y que fue el primer gran dolor que tuve en mi vida, en este último viaje hasta tu terruño me hizo recordarte y entender tantas cosas mi querido papá Epi y hoy por hoy te digo que tu "cotito" que era como me llamabas, continuará tu obra, y tu legado que es mi gran herencia, manos a la obra!.
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