Para la gente era una más del montón todos corrían por regalos para el día de la madre, había que tomar prisa era sábado por la noche vísperas del día de la madre y según lo que dictamina este mundo interesado y aferrado a las cosas perecibles y a las que muchos de nosotros nos hemos adaptado, mamá no podría quedarse en su día sin regalo No Señor!. Todos presusrosos en llegar a su destino con regalos en brazo, se acomodaban como podían con paquetes y bolsas en tan pequeña combi (vehículo de transporte público usado en Perú, parecido a un bus pero pequeño) con veinte asientos; uno de ellos estaba aún desocupado y es que paraderos después subiría esta mujer que habló mejor y más que todo un catedrático con su mejor discurso, y es que esta anciana no necesitó abrir la boca para ser escuchada y hablar al corazón de esta inexperta y mil veces superficial joven al lado de ella.
El cansancio jugueteaba con esos pequeños ojos color café y los dedos frios por la humedad se entrecurzaban adornados de un par de simples y viejos anillos encontrados en algún basural y que hablaban de que aquella mujer aún creía en el amor, ella aún tenía una esperanza, ella aún tendría el valor de creer y es ese corazón, el que el Maestro vio aquella noche de sábado, en que nadie voltió a verla, nadie alcanzó a mirarla, nadie le regaló un sonrisa, nadie atino a darle algo perecible siquiera, es aquella noche en que ví a aquel Jesús caminando otra vez, vi aquel Jesús que extendió los brazos, vi aquel que hablo a multitudes, vi aquel que regalo un beso y una sonrisa, vi aquel que hasta el pan compartio y esta vez no fue la excepción.
Ese Jesús hoy mora en tí y es tan real que puede sorprenderte, te esta hablando a cada instante para que actues, hasta cuando lo tendrás egoístamente sólo para tí, sin compartirlo a los demás? PV.
Foto: Cartas del Este